miércoles, 8 de diciembre de 2010

¿Quién conoce de este cuento más de la mitad?

"Y he pedido en el bar de mis pecados otra copa de ron..."

Seguro que has oido hablar de la huella que dejan las cosas que no sucedieron, de eso que cuentan las buenas historias de amor o que puebla los guiones de películas que sí merecen la pena.
Lo que nunca sucedió guarda en su esencia el dolor por aquello que creimos nuestro y a la vez permite a la imaginación perderse por derroteros casi inexcrutables en la vida real. Lo que nunca sucedió, a diferencia de todo eso que sí, tiene un problema fundamental que no deja de ser, para que me entiendas, una gran putada: no acaba, por la simple y llana razón de que nunca empezó.
Lo que nunca sucedió es la letra de esa canción que no aciertas a recordar, quizá porque no la has escuchado lo suficiente, porque no prestaste demasiada atención o porque, sin querer, elegiste dejarte llevar por el ruido de fondo. Lo que nunca sucedió es la melodía que tarareas mañana y noche hasta que todo se relativiza y va perdiendo importancia; lo que nunca sucedió sólo conoce un final: el destierro al almacén de promesas olvidadas, sección "frágil", a la espera de que se atrevan a quitar el embalaje y salte todo por los aires.

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