miércoles, 15 de diciembre de 2010

Palabras, como sueños, quemadas por la vida.

Escribir la vida aquí y allí intentando no dar demasiadas pistas, procurando que no descubran la verdad; que no conozcan esa parte de ti que se acurruca bajo las sábanas y llora de alegría por las cosas que ahora sí tienen sentido o cede un par de lágrimas cobardes a las situaciones que amenazan con empujarla a la rebelión. Que no adviertan, tampoco, que te duelen los kilómetros; y que, sobre todo, no sepan que, cuanto más te acercas, más se abre la herida que ahora te separa del mundo que creiste firme. Que no noten que, a veces, hay nostalgia para cenar y, como no se puede repetir, te comes toda la que los demás no quieren. Que no se enteren de que eres otra, distinta, mayor, sensata e inevitablemente pueril; que no vean que disimular se te da bastante bien. Que no te juzguen si te escuchan exigiendo cuentas al futuro, que entiendan que nómada y errante son atributos apropiados.



"Algunas veces vuelo y otras veces
me arrastro demasiado a ras del suelo,
algunas madrugadas me desvelo
y ando como un gato en celo
patrullando la ciudad
en busca de una gatita
en esa hora maldita en que los bares
a punto están de cerrar".

Joaquín Sabina - Que se llama Soledad

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