domingo, 13 de octubre de 2013

La vida nos acorta la vista y nos alarga la mirada.

He tocado con un dedo 
la esquina izquierda del futuro
sólo para que no me olvide.
No para que me espere, no;
odio que me esperen.
La he tocado para poder seguir esperando.
Para escribir todos los días unas líneas 
de las que no avergonzarme
cuando en la próxima estación
-antes del andén,
mucho antes del olor a despedida
y aun antes del frenado de emergencia-
se lancen los viajeros a la vía.
Para no extrañar sus voces
cuando encuentre sus maletas.
Para pasar por alto
que no se despidieron.
Para que, en definitiva,
piensen que no me di cuenta.
Por eso he elegido con cuidado
qué mano había de tocar el porvenir.
 He meditado en exceso
cuántos dedos tenían que consolarse
con acariciar el pasado.
Y cuántos serían necesarios
para sostenerme en el presente
antes de que llegue el invierno.
Ahora voy a poner en marcha
mi plan.
Mi plan, que sólo tiene un objetivo:
no volver
a ser necesario
nunca.


A veces me parece
que estamos en el centro
de la fiesta
sin embargo
en el centro de la fiesta
no hay nadie
En el centro de la fiesta
está el vacío
Pero en el centro del vacío
hay otra fiesta.

A veces me parece - Roberto Juarroz