jueves, 17 de marzo de 2011

Taedium vitae.

Devolvedme el antes de este carnaval que se promete eterno. Las alas, las ganas, las dudas, los miedos, ¿adónde han ido?. Cuánto me gustaría que pudieras verlo por ti misma. ¿Cómo va todo allí abajo? ¿Sigues cruzando la ciudad a esa velocidad de vértigo? Las huidas que nunca fueron tales. Mi atiquifobia, tu vida de película. ¿Crees que alguien vendrá a rescatarnos?

martes, 8 de marzo de 2011

Este "nunca" no esconde un "ojalá"

Armada hasta los dientes de una fuerza tan quimérica como breve intento hacer frente a tus señales, olvidar la locura del invierno en una ciudad que podría ser cualquiera menos esta; porque ahora sí nos pertenece. Podrías llamarme egoísta, o embustera, recordarme que hubo otras calles, otras barras de bar que nunca cerraban, otros caminos de vuelta a casa, de noche, siempre sola con tus historias y mis manías, con nuestros planes acechando en la nuca. Pero no, no es lo mismo. Ahora crees tener derecho a reclamar lo que pudo ser tuyo, a ir y venir como si nada, como siempre, como si nunca hubiéramos compartido un sueño, una cerveza, un deseo; como si aquella madrugada hubieses dejado hacer al destino. Ahora que olvido contarte que no será mañana si no vuelves o que quise invertir en tu espalda todas las noches bajo cero me consuelo pensando que pertenezco a tantos lugares, a tanta gente, que eres sólo un número en mi lista de destierros forzosos. También me dicen que no mereces ni un segundo de mi tiempo, ni una letra de estos soliloquios inoportunos que nunca leerás; a veces les creo, otras me pregunto quién puede juzgar lo que he de darte, adónde van estos abrazos vacíos, qué será de ese enero en tus ojos.


Ahora que no te pido
lo que me das.
Ahora que no me mido
con los demás.
Ahora que todos los cuentos
parecen el cuento
de nunca empezar.

Ahora que - Joaquín Sabina

martes, 1 de marzo de 2011

La rabia tan sumisa, tan débil, tan humilde, el furor tan prudente, no me sirve

Un círculo vicioso. Él se lo merecía todo y estaba contigo; te había tocado el primer premio, así que tampoco debías de haberte portado tan mal. Y si él se merecía tanto y seguíais mano a mano, quizá sí estuviste a la altura. Quizá sí fuiste todo lo que él había ganado a fuerza de ser buena persona, fuiste todo; y, por serlo, todo lo tuviste.
O quizá seas solo esa mota insignificante que sin comerlo ni beberlo fue a parar adonde no debía, al lado de alguien que, también por azar, apostó, todo o nada; y salió bien.
Pero puede ser, y es lo más probable, que ni él fuera merecedor de todo cuanto imaginaste y que, ni en tus mejores sueños, hubieras podido ofrecerle siquiera la mitad; con toda certeza entregásteis lo único que había, con toda seguridad se correspondía con lo que merecíais. La redención es cosa de unos pocos; ya ves, no érais tan perfectos.