viernes, 27 de noviembre de 2015

Y qué.

Existimos, en fin.
El superávit.
Los miedos, los mismos miedos,
Pero es la vida
que llega y amarra
y a veces, pocas veces,
tan
pocas
veces
se sigue simulando panorámica.
Y entonces una entiende
la gravedad de las cuentas
que no acaba de rendirse.
Lo lejos,
lo irremediablemente al fondo
que flotan
-porque flotan-
los restos boquiabiertos
de aquella que
-me empeño-
yo
ya
no
soy.

domingo, 11 de octubre de 2015

Mi propia profecía es mi memoria.

Hablábamos como si nunca lo hubiéramos decidido. Como si nunca nos hubiéramos decidido. Entonces, te aseguro, nos curábamos las heridas con pasión e indiferencia. Habíamos llegado a hacerlo de memoria. Y nunca seríamos tan sinceros como cuando aún no nos dolía. 
Supongo que pude ver en tus manos la espuma, el humo, las certezas, la resaca del tiempo compartido. Todas las víctimas, los cómplices, los escépticos. La suerte de lo que no se espera, lo duro del camino.

Ahora
que estamos de vuelta
con la fe congénita
de quien acaba de partir.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Gramática valencial.

Me río de Tesnière cuando te nazco
y al borde de tu vida te arrepiento.
Trueno, hago frío y hago tiempo que.
Pero antes de rendirte te amanezco.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Un arma tan precisa.

Y entonces,
              como si nada hubiera sucedido
y no fueran nuestras rutinas
presagio de final de verano,
chocó contra mi espalda la metralla
que unas horas antes
le había estallado en la boca.

viernes, 17 de julio de 2015

Estío. Hastío.

A veces me parece que hay algo de paz en todo esto.
Un no sé qué que me acompaña en mis horas más feroces,
como una sombra de camino a casa
ahora
que siempre vuelvo a horas decentes
y me saludan al paso las ficciones.
A veces me pregunto si no habrá algo de identidad en esta calma.
Una protesta, un himno, una mirada hacia adelante,
como si no tuviéramos bastante
hoy
cuando el éxodo es un lunes de septiembre
y el verano, un desfile de hojalata.
A veces me parece que hay algo de mentira en esta fuerza.
Un daño aparente, una tortura, un calvario para todos los públicos.


miércoles, 15 de abril de 2015

Borrar o ser borrados, tanto da.

Y pienso: es extraña la facilidad
que algunas ciudades tienen
para hacernos creer que ya son nuestras.


Víctor Martín Iglesias


Aún recuerdo cómo comenzó el asalto. Supongo que la vida, con sus cauces aparentemente naturales, ya me habría acercado antes a su desfiladero. Pero eso nunca lo sabremos: no queremos saberlo. La lluvia me sorprendió en el momento preciso: necesitaba una razón para inundarme. Si me esfuerzo en vencer lo selectivo de mi grata memoria, soy capaz de distinguir sus ojos entre todos los ojos que se me han clavado en la espalda. Ahora parece que permanecí todo ese tiempo en las cloacas: la ciudad estiraba sus márgenes allá arriba, afilaba las puntas de los tejados y apuntaba a las nubes. Daba cobijo a los viajeros y se dejaba hacer. Me acostumbré a mirarla a través de las ranuras, aprendí a unir todas sus piezas. Creí que no podría engañarme como al resto.

Por los años de asfixia os llevo ventaja y, sin embargo, sigo llegando tarde a las certezas.

miércoles, 25 de febrero de 2015

La vida va espaciándose otra vez bajo el cielo enrarecido.

Ya no será esta
la ciudad que te cuente.

No me despertará en la noche
el viento que se estrella
contra las tristes ventanas
de los alegres pisos de estudiantes.
Ya no será esta
la ciudad que me espere.
No encontraré en sus calles
una palabra que me salve
de mí misma y de todos
los que vinieron al rescate.

No librarán en mí su lucha.

Ya no será esta
la ciudad que me hiera.
No palpará mis grietas no sabrá
de un dolor semejante
a la inútil certeza de quien pierde
lo que jamás ha tenido.
Ya no será esta
la ciudad que nos ahogue.

No sabrán de resaca los lunes y los viajes
ni siquiera serán de ida y vuelta
y sin embargo sabré siempre
cómo encontrar el camino.


martes, 17 de febrero de 2015

La historia es un instante preferido.

Aquel mes celebró el telediario
un par de aniversarios rimbombantes.
Se prolongó el verano, aseguraban:
desde 1938 no se han visto
29 °C a la sombra
en Zamora y en aquel
pueblecito de El Bierzo
de cuyo nombre siquiera 
pretendo acordarme.
Entre agosto y octubre
subió el gasto medio por familia
(siempre me pareció desorbitado
lo de aquellos uniformes anodinos),
llegaron de Hollywood dos o tres taquillazos
y se llenaron de agua dulce
los garajes del este.
Aquella semana, no lo dudo, hubo partido
(el partido del siglo, otra vez, dirías).
Aquel jueves subió el precio del barril
(siempre, siempre a punto
para jodernos el fin de semana,
decía, seguro, mi vecino
que sigue sin salir de nuestro barrio).
Y aquel viernes de sol traería
más de diez mil desplazamientos
y un recital absurdo
a la salida de las grandes ciudades.
Tampoco se olvidaron de anunciar el otoño,
aunque volvió a llegar a destiempo
(era el comienzo de estación más caluroso, seguro,
desde que se tienen datos).

Y ya faltaba menos
para Navidad.



Nada tuvo, a mi pesar, de raro aquel septiembre.

jueves, 12 de febrero de 2015

Cuántos días baldíos haciéndome pasar por lo que soy.

Vas a cerrar la puerta. Será tuyo el desierto al que tantas veces creíste ir a beber. 
Comprobarás que solo crece lo que es capaz de resistir a las espinas: las espinas.
¿Será posible que ya no vuelvas nunca?
Hay un río cruzando esta ciudad. Discurre por debajo de la arena y no sabe de muertes ni de barcas.
Cuántas veces te ha sorprendido el día buscando tu reflejo entre la grava. Cuántas noches te desveló el zumbido del agua.
Que no desemboca.
Encontrarás la forma de decirme que uno se transforma en lo que busca: serás solo palabra.
¿Hay un río cruzando esta ciudad?
Sé de un dolor que se parece a la alegría. Parece inofensivo y te destroza. Doble rasero, doble moral; olvidarás la mejor forma de nombrarlo.
Al borde de qué abismo dejaste aquel viejo vivir sin condiciones.
Por qué en el punto medio ha de estar la virtud.



viernes, 23 de enero de 2015

En un hotel sin dramas. Esta vez.

Hubo un tiempo en el que pude quererte.
Supongo que hay decisiones que nunca se toman: están ahí, se cuelan entre nuestros recovecos, es imposible hacerles frente.
Traté de seguir otros atajos. El ruido de tu pelo siempre lejos del mundo. Nuestros pies escapando del presente.
Hubo un tiempo el que quise quererte.
Busqué donde poco antes te encontraba y ya no éramos. Nunca más el desnivel de tu risa, el subir y subir de todo lo que nos contamos.
Instrucciones para sortear lo obvio eternamente.
Amplias trayectorias siempre en círculos. Historias geodinámicamente imposibles.
To be or not to be: esa sí que era la cuestión.
Me acostumbré a recordarte como quien se acomoda al pasar del invierno: sin saber con certeza cuándo acabará este frío, consciente de que habrá más y peor. Y ni siquiera pude pensarte siempre que me lo propuse.

Aquel universo breve, ínfimo y estéril es mi único tesoro.

(Cómo supuran, se infectan y se llagan las grietas de la memoria).