martes, 17 de febrero de 2015

La historia es un instante preferido.

Aquel mes celebró el telediario
un par de aniversarios rimbombantes.
Se prolongó el verano, aseguraban:
desde 1938 no se han visto
29 °C a la sombra
en Zamora y en aquel
pueblecito de El Bierzo
de cuyo nombre siquiera 
pretendo acordarme.
Entre agosto y octubre
subió el gasto medio por familia
(siempre me pareció desorbitado
lo de aquellos uniformes anodinos),
llegaron de Hollywood dos o tres taquillazos
y se llenaron de agua dulce
los garajes del este.
Aquella semana, no lo dudo, hubo partido
(el partido del siglo, otra vez, dirías).
Aquel jueves subió el precio del barril
(siempre, siempre a punto
para jodernos el fin de semana,
decía, seguro, mi vecino
que sigue sin salir de nuestro barrio).
Y aquel viernes de sol traería
más de diez mil desplazamientos
y un recital absurdo
a la salida de las grandes ciudades.
Tampoco se olvidaron de anunciar el otoño,
aunque volvió a llegar a destiempo
(era el comienzo de estación más caluroso, seguro,
desde que se tienen datos).

Y ya faltaba menos
para Navidad.



Nada tuvo, a mi pesar, de raro aquel septiembre.

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