miércoles, 25 de febrero de 2015

La vida va espaciándose otra vez bajo el cielo enrarecido.

Ya no será esta
la ciudad que te cuente.

No me despertará en la noche
el viento que se estrella
contra las tristes ventanas
de los alegres pisos de estudiantes.
Ya no será esta
la ciudad que me espere.
No encontraré en sus calles
una palabra que me salve
de mí misma y de todos
los que vinieron al rescate.

No librarán en mí su lucha.

Ya no será esta
la ciudad que me hiera.
No palpará mis grietas no sabrá
de un dolor semejante
a la inútil certeza de quien pierde
lo que jamás ha tenido.
Ya no será esta
la ciudad que nos ahogue.

No sabrán de resaca los lunes y los viajes
ni siquiera serán de ida y vuelta
y sin embargo sabré siempre
cómo encontrar el camino.


martes, 17 de febrero de 2015

La historia es un instante preferido.

Aquel mes celebró el telediario
un par de aniversarios rimbombantes.
Se prolongó el verano, aseguraban:
desde 1938 no se han visto
29 °C a la sombra
en Zamora y en aquel
pueblecito de El Bierzo
de cuyo nombre siquiera 
pretendo acordarme.
Entre agosto y octubre
subió el gasto medio por familia
(siempre me pareció desorbitado
lo de aquellos uniformes anodinos),
llegaron de Hollywood dos o tres taquillazos
y se llenaron de agua dulce
los garajes del este.
Aquella semana, no lo dudo, hubo partido
(el partido del siglo, otra vez, dirías).
Aquel jueves subió el precio del barril
(siempre, siempre a punto
para jodernos el fin de semana,
decía, seguro, mi vecino
que sigue sin salir de nuestro barrio).
Y aquel viernes de sol traería
más de diez mil desplazamientos
y un recital absurdo
a la salida de las grandes ciudades.
Tampoco se olvidaron de anunciar el otoño,
aunque volvió a llegar a destiempo
(era el comienzo de estación más caluroso, seguro,
desde que se tienen datos).

Y ya faltaba menos
para Navidad.



Nada tuvo, a mi pesar, de raro aquel septiembre.

jueves, 12 de febrero de 2015

Cuántos días baldíos haciéndome pasar por lo que soy.

Vas a cerrar la puerta. Será tuyo el desierto al que tantas veces creíste ir a beber. 
Comprobarás que solo crece lo que es capaz de resistir a las espinas: las espinas.
¿Será posible que ya no vuelvas nunca?
Hay un río cruzando esta ciudad. Discurre por debajo de la arena y no sabe de muertes ni de barcas.
Cuántas veces te ha sorprendido el día buscando tu reflejo entre la grava. Cuántas noches te desveló el zumbido del agua.
Que no desemboca.
Encontrarás la forma de decirme que uno se transforma en lo que busca: serás solo palabra.
¿Hay un río cruzando esta ciudad?
Sé de un dolor que se parece a la alegría. Parece inofensivo y te destroza. Doble rasero, doble moral; olvidarás la mejor forma de nombrarlo.
Al borde de qué abismo dejaste aquel viejo vivir sin condiciones.
Por qué en el punto medio ha de estar la virtud.