jueves, 3 de febrero de 2011

Sus filias y sus fobias.

Ver la vida desde la barrera relativiza todo bastante, pero saltar al ruedo es otra cosa; mancharse las manos de barro cuando quieres enterrar tanto y nunca es suficiente, sentir arder la garganta, romperse el cuello al mirar atrás, comerse el mundo en boca del público, responder el corazón cuando pregunten
¿qué te juegas?
y perder.
Pasar horas inmersa en guías de viajes que no harás, o sí, pero saberse siempre enredada en planes absurdos e inmediatos; elegir la letra, inventarse la música, leer entre líneas algo que quieras contarme.

Volver: la ciudad de carreteras amarillas, la ciudad que huele a verano en noviembre, las calles estrechas del barrio aquél cerca de casa, los cincuenta minutos de autobús, reír sin razón aparente y descubrir que no todo es blanco o negro, que hay gris y que envenena.

Volver. Miles de kilómetros. La estación de paso en que me convertí cuando supieron bien los besos sin amor, cuando, excepto las de la imaginación, había perdido todas las batallas. Cuando lo material sólo escondía una acepción y echar de menos una inútil frase hecha valorada en exceso.

Volver: el sabor endémico del norte, la piedra que hace historia, el río que se llevó mi infancia un veinticinco de julio llovioso, la prisa, las maletas, el silencio. Cuando las semanas se contaban con cerveza y nombre propio y el mejor momento del día me sorprendía esperando en la ventana.
Quizás hoy.




"Estoy temblando de frío
pero me arden las entrañas
quizá me encuentre vacío
es que estoy lleno de nada"

Romper - Luis Ramiro

1 comentario: