La alambrada
está cerca de mi casa.
Ya no pueden
sus manos
detener el
tráfico, subirnos
el rit mo
cardíaco.
La alambrada
aminora los golpes
e impide el
vuelo.
Nuestras
madres no nos miran
jugar a las
cabañas,
rasparnos
las rodillas,
dormirnos al
fuego, hacernos los dormidos.
La alambrada
nos ha nombrado adultos
pero nunca
les ha quitado el miedo:
todavía se
despiertan, aseguran,
si
pronuncias su nombre en voz baja
al otro lado
del mundo.
Uno sabe
poco, aún, pero recuerda
a qué lugar pertenece.
Me hicieron una oferta que no pude rechazar: esta jaula.
Carmen Camacho
<3
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