El perverso placer de decir no,
de negarse, de huir, de rechazar,
de dejar al marcharse los deseos ajenos
colgados de los sauces
como si fuesen cítaras o lágrimas
que ya no y todavía,
que los demás derraman.
Narciso y ecos
Juan Vicente Piqueras
Dominados los mitos
superadas -por fin-
laxas expectativas.
He llegado aquí otra, ajena
y erijo ayer en medida de todas mis cosas.
El firme que imagino se evapora
y el agua me devuelve, cristalina,
el reflejo de un ser que no conozco.
Voy a darle mis manos y mi sed
todo lo que pretendo y se me escapa
un antiguo futuro incalculable,
el discreto placer del desconcierto.
Y acaricio sus ojos, los entorna
tuerce pronto la boca hacia la izquierda
fugaz, caleidoscópica, ligera
otra yo va directa a las cloacas.